domingo, 20 de enero de 2013


Los anormales

Esta cita de Voltaire le confiere tremenda importancia al acto de escribir, al equipararlo con la pintura. Se infiere que quien escribe correctamente “pinta mejor” sus ideas y por tanto sus escritos pueden ser más valorados que otros creados con displicencia ortográfica. Este pensamiento me parece ideal para iniciar esta limonada.

"Recientemente, una entrañable amiga comentaba en Facebook que la habían tildado de tener problemas psicológicos. Más allá de la sana locura que siempre la acompaña (y que le sienta maravillosamente bien), me pareció extraño el comentario.
Ahondando, ella comentó que su diagnóstico de desequilibrio mental se debía a que la “gente normal” no acentúa palabras ni utiliza signos de apertura de exclamación o interrogación al chatear. Ese axioma tan concluyente lleva a deducir que como ella sí “comete” todas esas “anormalidades”, obviamente “tiene problemas psicológicos” y no es normal.

Tal despliegue de osada lógica gramatico-ortográfica, me lleva a cuestionarme y autoanalizarme. Yo me empeño por hablar y escribir el castellano de manera consistentemente correcta, vadeando los océanos preñados de gazapos y barbaridades para expresarme de la manera más fiel que me es posible a todas las reglas del castizo idioma de Cervantes: 

-Soy anormal, porque desde hace 25 años me sé los códigos ASCII de todas las vocales acentuadas, (la u con diéresis, los signos de apertura de admiración e interrogación) y muchos otros símbolos que los “normales” solamente ven cuando dibujan malas palabras en los "paquitos".

-Soy anormal, porque escribo primero en la mente y luego en el papel (o el teclado), de tal suerte que construyo mis metáforas con conceptos que luego adorno con palabras, como si de una sinfonía gramatical se tratase.

-Soy anormal, porque me equivoco en mi soledad y en ella también me corrijo. Porque no me permito el lujo de sacar a la luz una frase sin primero leerla, y en más ocasiones de las que un “normal” pudiera sospechar, la elimino totalmente para escribirla de nuevo. Y otra vez. Y muchas veces más, hasta que encaje con las demás.

-Soy anormal, porque he desarrollado una extraña habilidad para encontrar faltas ortográficas al vuelo, al punto que a veces, pasando páginas de cualquier periódico tengo que devolverme para ubicar en dónde fue que vi “accesar” o “conección”.

-Soy anormal, porque me empeño en escribir los nombres y apellidos con su correcta ortografía, aún cuando ni siquiera sus portadores se dan por aludidos, como muchos “Abréu” que se pasan la vida desacentuados.

-Soy anormal, porque hasta en las más coloquiales y lúdicas conversaciones escritas evito el uso de “slang” como “klk”, “ctt”, “xq”, y otras ingeniosas “siglas” inventadas meramente para acentuar nuestra vagancia ortográfica.

-Soy anormal, porque soy capaz de apreciar más a las personas que escriben con pureza que a aquellas que no se esfuerzan en corregirse a sí mismas y prefieren la comodidad de su “normalidad”.

-Soy anormal, porque odio las abreviaturas y las evito siempre que puedo. 

Y quizás lo más importante: 

-Soy anormal, porque aprendo, porque no me conformo con lo ya sabido. Porque reconozco que tengo profundas lagunas de gramática y redacción que necesito eliminar, y para ello ante cualquier duda consulto un diccionario, un catálogo de dudas, o la siempre categórica y circunspecta Real Academia Española.

Al final, todo se resume en pintar con palabras lo que pensamos, saber combinar colores, construir objetos con pinceladas precisas, y balancear todo lo que vamos colocando en el lienzo de nuestra mente para que en todo momento, prime la armonía."




Para saber mas sobre Voltaire.

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