lunes, 21 de enero de 2013

De cómo supe que debía leer



"Leer te aleja de la ignorancia", siempre escuché de los labios de mi padre, pero para serles sincera, nunca le di importancia alguna a sus palabras. Odiaba que me incitara a leer, ya que en mis fines de semana lo último que quería ver era letras, libros, o cualquier cosa que me recordara al colegio.

Siempre ponía una excusa para no abrir un libro, siempre había algo más interesante que sentarme a leer y leer páginas y páginas por horas y horas... Se sorprenderían al saber la cantidad de excusas tontas que fui capaz de inventar para alejarme de los libros, siendo la más famosa "leer mucho causa ceguera".


Mi padre se había propuesto introducirme al mundo de la lectura, ¿y yo? Pues yo apilaba libros en una esquina de la habitación luego de haber llenado el librero casi 2 veces... "¿Qué te ha parecido el libro nuevo que te compré?" "Leí el epílogo, se ve muy interesante... Pronto lo comenzaré a leer...", y así era con cada libro nuevo.

Yo siempre estuve conforme con mi ignorancia, la verdad nunca fue un problema para mí, hasta que... ¡Gabriela!

Cuando conocí a Gabriela, y hasta este momento no me había dado cuenta, llevaba en sus brazos 3 libros... No se cómo, pues teníamos absolutamente nada en común, pero nos hicimos grandes amigas. Gabriela me visitaba, despolvaba mis libros, los tomaba prestados y en eso de 2 o 3 días los devolvía, razón por la cual siempre pensé que realmente no los leía; tal vez los ojeaba en busca de ilustraciones, que por cierto, no tenían.

Teníamos conversaciones asombrosas de los temas más únicos que cualquiera se puede imaginar. Siempre me sentía cómoda, como si estuviera hablando conmigo misma, hasta que un día mi amiga decidió sentarse junto a mi padre a acompañarlo a ver las noticias. Desde la cocina los observé... ¿Qué quería Gabriela? Tal vez lo estaba convenciendo para que me dejara ir a alguna parte, tal vez... Decidí ir a sentarme junto a ellos.

Para mi sorpresa, estaban hablando de uno de los libros que mi padre me había regalado; estaban sonriendo... "¿A ti qué te ha parecido el libro?" me preguntó mi padre, y me lanzó esa mirada como de quien espera mucho de alguien. Sentí cómo me hundía en el sofá... "ehhh" balbucié varias veces antes de decir probablemente lo más estúpido que pude haber dicho, considerando que no había leído el libro... "En general fue una buena historia, pero no pienso que la protagonista tuvo el desarrollo que se merecía" (un simple "excelente" hubiese bastado). Ambos me miraron como si no estuviesa cuerda, y decidieron ignorarme y seguir su conversación. 

Ignorando yo también lo que había pasado, decidí quedarme allí; estaban hablando de Trujillo y al fin y al cabo había escuchado sobre él en el colegio. Mi amiga hablaba y hablaba, y mi padre se sorprendía cada vez más... ¡Hasta yo! Me preguntaba: ¿cómo sabrá eso? ¿será porque lee? y allí, en ese preciso instante, como por arte de magia, me di cuenta de que tenía que leer:

Primero por envidia: escuchaba las palabras de Gabriela y las quería para mí, Y segundo para recuperar a mi padre: porque de alguna forma sentía que lo había perdido...

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