domingo, 20 de enero de 2013



Cuento inspirado en una historia real...


Este texto lo había redactado hace un tiempo, pero me daba vergüenza mostrarlo a los demás  Hoy tengo una actitud nueva gracias a esta plataforma que me permite ser yo misma, y pensé  "Deja de avergonzarte de tu trabajo, y si te gusta en verdad, publícalo!". Bueno como ya pueden ver, si me gusta, y aquí lo dejo para saber que piensan (no teman al poner sus honestas criticas o comentarios porque eso es lo que ando buscando). Muchas gracias.

“Todos los caminos llevan a Roma"




No hace mucho tiempo, en el pueblo de La Vega, ubicado en la provincia del mismo nombre, habían 2 amigos inseparables. Frank tenía solo 15 años y Roma 14, faltaba solo un mes para que cumpliera sus tan esperados 15. Los padres de Roma, Don Cesar Cohuri y Doña Grecia Santana, tenían planeado salir de esta ciudad y mudarse a la capital, en busca de mejores ingresos para su familia.

Los 15 años de una señorita era la noticia más comentada en todo el pueblo de La Vega. Las chicas competían desde cómo era y cuanto había costado su vestido, hasta el mejor color de uñas en la fiesta. Así que esta vez le tocaba a Roma ser el centro de atención.

La familia de Roma no era muy adinerada, pero tampoco sufrían las precariedades de un pobre, simplemente vivían bien. Frank era el chico con más plata del pueblo y nadie podía creer que se juntara con gentuza y no con su propia clase.

Roma era de cabellos rubios, grandes ojos cafés, nariz perfilada, con un cuerpo que parecía tallado en el cielo y tenía una sonrisa que podía parar el tráfico de una avenida principal de la capital. Don Cesar, le había expresado a su preciosa y única hija su deseo de que esta se uniera a un convento y quedara virgen hasta la muerte (no podía soportar el pensamiento de que su hijita estuviera con cualquier macho de pueblo o ciudad).

Frank era alto como un poste de electricidad, fortachón (por las visitas diarias al gimnasio),  de cabellos negros y rizados, de piel “mulata”, nariz achatada, y a pesar de que se bañaba en dinero, era un chico humilde y con un gran corazón.

El mes pasó volando y, en un abrir y cerrar de ojos, llego la fecha más esperada por la familia Cohuri-Santana. Todo estaba listo, el catering, las flores rojas y blancas, el DJ en su cabina, los globos por todas partes, en fin el salón había quedado irreconocible. Roma por otro lado estaba muy nerviosa, pero tenía fe en Dios de que todo saldría según lo planeado. Solamente arreglándose paso toda la mañana y parte de la tarde, pero había valido la pena, estaba tan hermosa que al verla cualquiera podía quedar deslumbrado.

Habiendo llegado todos los invitados a la fiesta Roma hizo su entrada triunfal, entrando por la puerta principal montada en su yegua favorita. Al verla todas las chicas quedaron anonadadas, y todos los chicos inmutados e inmóviles, y su amigo Frank no fue la excepción.

Todos bailaron, jugaron, cantaron, lloraron y compartieron la alegría de esta bendición que había llegado a esta familia. A todo esto Frank se había llevado tal impresión con Roma, que no pudo dejar de mirarla y pensar en ella durante toda la noche. Estaba creciendo en el un sentimiento que no había conocido nunca en su corta vida.

Pasaron los días, y todo el pueblo seguía hablando de la estupenda fiesta que había realizado la familia Cohuri-Santana. Frank y roma se siguieron frecuentando, pero sabían que en algún momento tendrían que separarse por la mudanza a la capital. No todo era color de rosa como lo hubiera querido Frank, porque sabía que ya el viernes de esa semana su querida “amiga” Roma se iría de su lado.

El trágico viernes hizo su aparición. Doña Grecia había empacado todo tan perfectamente, que ni siquiera se notaba que en esa casa había vivido persona alguna. Justo cuando todos abordaban la jeepeta Montero de la casa, Frank se manifestó, se despidió de sus amigos, Don Cesar y Doña Grecia. Tomando del brazo y sacando a Roma del vehículo para darle un fuerte abrazo de despedida, se le salió una lágrima del ojo derecho que acompañaba a su ojo izquierdo que realizaba la misma labor. No podía creer que su mejor “amiga” se fuera. La miro a los ojos y le dijo, nunca que me olvides, que yo nunca te olvidare, terminando esta despedida con un apasionado beso espontaneo que había nacido de lo más
 profundo de su corazón. Roma asintió con la cabeza, y Frank huyó a lo lejos entre los jardines de las casas.

Roma estaba muy confundida, no sabía si lo que había pasado era real o no, y sentía que su corazón latía más rápido luego de ese momento. En el trayecto del camino a la capital no pudo dejar de pensar en Frank, pero como sabía que tenía que empezar una vida nueva en este lugar desconocido trató (pero sin éxito) de olvidarse de este hecho confuso, aunque no del recuerdo de su mejor “amigo”.

Pasaron 3 años después de lo sucedido en La Vega, y ninguno de los 2 pudo olvidar ese “singular” momento. Frank tuvo una novia llamada Caterina y consiguió trabajo en la empresa lechera de su padre. Mientras que Roma se había unido al convento de las hermanas de la caridad, convencida por Don Cesar de que esto era lo mejor para ella.

A Frank le asignaron cerrar un trato de envío a una fábrica lechera que se encontraba en la capital, este viaje ya había sido aplazado varias veces, por la  hora y media de camino que se tomaba para llegar allá. Aunque este día haría que la vida de Frank cambiara para siempre.

Al llegar a la ciudad fue con la mente puesta en su negocio, y en terminar todo de manera rápida para ir a cenar a su hogar. Pero dando  vuelta a la izquierda en la avenida Cesar Nicolás Penson, puso sus ojos en Roma, quien andaba caminando con una de sus hermanas monjas hacia su convento. Freno de un pronto, estaciono el vehículo, se desmonto de un brinco, y abrazo a Roma muy fuerte.

Roma parecía no reconocer a Frank, y le pregunto:

-Señor, ¿se siente usted bien?-

A lo que Frank le respondió:
-No puedo creer lo que ven mis ojos, Roma te has convertido en monja como quería tu padre.-

A Roma solo le paso por la mente el recuerdo de esa charla que tuvo con Frank sobre el tema del convento, y las carcajadas de ambos de tan solo pensarlo. En ese momento lo reconoció y le correspondió con un abrazo enorme, esbozando su deslumbrante sonrisa.

El destino había tomado parte en sus vidas, no podían creer que de todas las calles de esa enorme ciudad, en una esquina, los 2 mejores amigos de hace años se volverían a encontrar. Frank no espero ni un segundo e invito a cenar a su tan querida amiga, Roma cordialmente rechazo la invitación, porque no era correcto salir con los hombres después del voto que había tomado como monja. Pero quedaron de verse en el parque que quedaba detrás del convento para charlar y ponerse al día.

Paso el día, Frank cumplió con su trabajo, y Roma llego a su destino. Pasaron varias horas, y los amigos volvieron a encontrarse en el parque acordado. Tomaron asiento en un banquito debajo de un árbol de flamboyán que pintaba el suelo con sus flores y concedía su sombra a los que por allí pasaban. Frank le conto a Roma lo que acontecía en su vida, y Roma le conto a Frank todo lo que había hecho en el tiempo que habían estado en contacto. Se rieron mucho, y pasaron un buen rato, pero ya era hora de que Roma regresara al convento. Frank la miro a los ojos, no pudo contenerse, y beso a Roma como si ambos hubieran vuelto a La Vega y retrocedido 3 años en el tiempo.

Roma lo aparto de ella, lo abofeteo y corrió hacia las seguras puertas de su convento. Su mente ahora estaba más confundida que nunca y no sabía que hacer. Frank trato de alcanzarla para que no se marchara con una mala impresión del el, pero no pudo alcanzarla. A la mañana siguiente emprendió el viaje directo al pueblo de La Vega.

Roma pidió ayuda al Señor, y en lo único que pudo pensar fue en salirse del convento porque ya no podía seguir engañándose a sí misma. Su vocación no era ser monja. Al tomar esta decisión volvió a la casa de sus padres, ayudándoles con los quehaceres del hogar y las diligencias que tenían que hacer.

Pasaron 2 años, y un día a Roma se le ocurrió ir a Jarabacoa con unos amigos a celebrar sus 21 años. De camino a su destino hicieron una parada en el restaurante de carnes Pollo Licey en el pueblo de La Vega, que quedaba a tan solo 30 minutos de su destino. Frank había salido para su hora de almuerzo y tomo ruta para Pollo Licey. Al llegar al restaurante lo primero que vislumbra es la perfecta sonrisa de su “amiga” Roma, y no lo podía creer.

Después de 10 minutos que se saludan y comen juntos, deciden tomarse un paseo, antes de que Roma y su caravana de amigos se dirijan a Jarabacoa. Cruzando la calle P. Adolfo un furgón lleno de mariscos los arroja al aire, quedando ambos inconscientes. Las personas que allí se encontraban llamaron a una ambulancia para que los ayudara, a su llegada hicieron lo posible por resucitar a Frank que había sufrido un ataque al corazón, y gracias a Dios, pudieron lograrlo.

Cuando llegaron al hospital toda la familia de Frank y los amigos de Roma estaban allí (ya habían llamado a Don Cesar y a Doña Grecia para informarles del suceso, pero no era posible para ellos ir hacia allá). Los doctores hicieron todo lo posible por ellos, pero justamente a las 12:15am ambos, Roma y Frank, dejaron de habitar este mundo. Así como el destino los había mantenido juntos durante toda su vida, así se los llevo a los 2, juntos.  Al siguiente día, los padres de Roma llegaron al pueblo, y en el Cementerio Municipal de Las lagunas Guaco fueron enterrados los 2 “amigos”, uno junto al otro, con sus lapidas que tenían inscrita la frase: “Hijo/a querido/a, amigo/a del alma, amantes de la vida, siempre juntos”.

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